viernes, 11 de noviembre de 2011

Un día gemelo con tinta sangre del corazón


Hoy, hace 18 años, tuvimos un pico en nuestra historia.
Una llamada, a las 7h45, interrumpía el baño de papá para comunicar que el resto de su familia tuvo un accidente en la Jerónimo Carrión y 10 de agosto: un carro lechero violó la señal de tránsito, que favorecía a aquellos que querían girar hacia la Jerónimo Carrión para llegar a la Escuela Borja 2, y chocó un Chevrolet San Remo, año 89, en el que viajaban Una mujer y sus tres hijos.

En mí, la memoria cronológica de los eventos de eseos minutos no logran tener mucha fluidez hasta ahora. Recuerdo que estaba conversando con el mayor de mis hermanos en el asiento de atrás, luego una frase de mi madre (que luego sería tremendamente premonitoria y bendecidora) le decía al chamaco que se ponga la mochila porque siempre se demora en bajar y los autos pitan. Entonces, como si nada, el chamaco se agachó totalmente intentando ponerse el carril en la espalda, segundos antes del impacto, que sería en su mismo lado y reventaría totalmente el parabrisas. Luego sólo mareo, y ver a mi madre con un cuarto del hueso frontal al aire y con sangre por todos lados gritarle al mayor: "LLÉVALE A TUS HERMANOS A LA ESCUELA... AHORITAAAAAAAAAAAAAA!". ¿Cómo desobecer?.


Por otro lado, talvez a la misma hora de la llamada, tres enanos corrían desaforados por la Jerónimo Carrión...luego por la 9 de Octubre, pasando la Veintimilla, hasta una puerta que, extrañamente, parecía alejarse a cada paso. Todos con mochilas, uniformes, sangre, lágrimas y latidos acelerados.
Todo fue muy rápido.

Llegamos a la puerta de la esuela y una gran amiga de la familia, Elizabeth, nos recibió y guió a la oficina del director (yo diría que desde entonces le digo tía...en fin), para luego ir a dejar al mayor de los chinos al San Gabriel. 

No recuerdo bien lo que pasó las horas siguientes hasta el primer recreo, cuando pedí permiso a la Gloria, unos minutos antes de que toque la campana, y me acerqué al aula del chamaco (terceros grados...el oootro edificio) para ver cómo estaba. Nos sentamos a la salida del bloque más cercano a los buses a la salida. Recuerdo que era una mañana gris, que yo tenía uniforme de educación física y que él seguía temblando y lloraba. 
Para tranquilizarnos empezamos a comparar y contar las heridas / golpes, y narrarnos la historia del choque.

Al teminar el día recuerdo que el abuelo nos fue a recoger y nos contó lo que pasó: "mamá ya está en la Novaclínica, aquí arribita, con algunos golpes pero ya está mejor. Vamos a comer donde la abuela(...). Y, ¿qué te mandaron de deber?(...)". La verdad es que a mí me parecía raro que el abuelo esté ahí un jueves...usualmente le veía el fin de semana o en las noches (aunque debo admitir que por un instante me senté arrimado al asiento a disfrutar de ese olor que desprendían los asientos de cuero del Granada café).
 
Tampoco recuerdo si en los días siguientes, en algún rato entré a verle a mamá en el hospital. Seguramente no me llevaron por déficit de centímetros en mi estatura, o mínimo porque cuando uno está enfermo en el hospital no quiere visitas porque le hacen sentir enfermo; y cuando son sangre de tu sangre, es una ley que lloras. Mmm. 

En fin. 
Tengo muy presente este día, año tras año.
Doy gracias porque la historia se escribió de forma distinta, y hoy, 18 años después, empezando un día gemelo, puedo decir que tengo una gran familia. (Voy a tener una princesa más en la casa...el eco dice que es mujer).
Sólo permítanme compartir esta historia que venía maquinando en mi cabeza mientras intentaba llegar al trabajo, en una cola infinita de autos desde Cumbia-yá hasta el Túnel Guayasamín... debido a un accidente en la autopista, donde espero que, también, se pueda escribir la historia...

sábado, 5 de noviembre de 2011

Standars


Aunque muchas cosas no deben cambiar nunca, debido a la fluidez de las situaciones y al deseo profundo de no estancarse, durante estos últimos años se han roto algunos estándares de estereotipos, música, lugares, etc. con la finalidad de crear nuevas coyunturas.


Así también, los estándares para (hacer) el amor...han aumentado, ciertamente, al igual que para (hacer) la amistad.

Otras convicciones siguen más firmes que nunca. La principal de todas es la que no teme a que las bases principales sean cuestionadas y desvalorizadas al final del camino, más aún si resulta que lo que creía no existe en verdad. En pocas palabras, estoy muy predispuesto al cambio, aunque eso me cueste la vida, la gente o el tiempo.