Hay cosas que tienen que suceder.
Tu vida se ha caracterizado siempre por llevarte lejos de la gente. Una vez estuve en tu habitación por coincidencia, tal y como acontece con los amigos a los que a uno no le causan temor ni otro sentimiento potencialmente nocivo como el amor; estuve como uno de tus amigos más íntimos a pesar que no hacía ni 4 meses que te conocía. En fin, me admiró tu colección de muñecas, tus libros de Naturales y la tele roja clásica encima del escritorio. Pasaron los años y en el transcurso algo nos sucedió...
La frecuencia de vernos era la misma, unas 6 que 8 veces por año, y vernos con locura nunca era prioridad...mas bien la cordialidad ha sido bilateral y constante en nuestro trato, aunque siempre que me despedía nos dábamos ese beso ambiguo...ese beso que sólo lo das a tu pareja cuando caminas a su lado y está distraída, ese beso con el que saludas a esas personas que te topas en la calle y que en algún punto de tus días fueron presente en tu pasado, ese beso de ganas escondidas y a veces hormonalmente racionalizada...............ese beso de labios completos en la mejilla ajena.
La última vez que te vi me buscaste incesantemente toda la noche para celebrar tus gracias. Y cuando éramos parte de un círculo de conversación de más de 4, te acomodabas alado mío y me abrazabas periódicamente, como a un saco: pidiendo algo de calor. Al terminar la 3ra copa y cuando el reloj marcó la hora de partida, partimos con el resto de norteños...pero tú y yo éramos las dos últimas paradas.
No se qué me sucedió. Ni a ti tampoco. Reíamos luego de dejar a la última amistad, y en un semáforo callamos pero instintivamente cruzamos la línea la amistad y del coqueteo oculto, y nos inventamos otros dos personajes que jugaban con fuego.
Por una vez en la vida y sin decir o preguntarte nada antes, doblamos en la esquina que nos llevaba a un motel. Me preguntaste que a donde te llevaba, te respondí con los ojos, y asentiste con las manos en mi brazo. Entramos, seguíamos riendo,...subimos, reíamos todavía, abrimos, ya callados,...cerré la puerta, te tomé de la mano y de repente éramos dos seres con la respiración y la amistad arrítmica...y contra la pared.
Fue como una montaña rusa de 30, 40 o 60 minutos. Me susurraste "hace tanto que deseaba esto contigo", al mismo tiempo que dejabas tus 8 marcas en mi espalda y empañabas los vidrios y mis ojos.
Te vi parada, de frente, sin luz...te vi la nuca... pero hubo algo que nunca ví antes: un tatuaje. Me hiciste parte de tu secreto. Nuestra amistad siempre ha sido sincera...pero tenías un secreto que lo guardaste muy bien y del cual nunca habías hablado, un secreto que pocos conocemos.
Fue tan intenso, que ahora pienso en ello, se me va la media sonrisa y tiemblo un poco.
No he sido tan expontáneo en mucho tiempo...
Pese a nuestros presentes...no siento culpa ni arrepentimiento. No sé porqué. "Ojos que no ven, corazón que no siente". O mas bien: corazón que no siente, ojos que nunca van a ver...
Al salir, ya entraba el alba por oriente. Te acompañé a casa y volví a la mía.
Vaya que dormí con más vida.
tan cierto como los sue;os nos llevan a estar juntos,, asi como ese dia compartimos mas que un deseo, la libertad que tenemos es lo que compartimos mas,,, te quiero
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