martes, 13 de abril de 2010

MEM-BGTA(bitácora1b)

Saliendo del Centro Histórico -el de Quito realmente le da 2.9 vueltas-, fuimos al Teleférico. Allí a la entrada nos dimos cuenta de que la entrada está permitida para todos menos para aquellas que llven algo más que tripas en sus entrañas. Por tanto, y debido al frío, se quedó nuestra compañera madre. (empieza a sonar 'the famous blue raincoat' en el 'shuffle' de esta maquinilla... qué bueno!)

Qué puedo decir...los teleféricos son como en todas las ciudades, altos, fríos en la cima, con restaurantes que nunca les va bien y cuestan dos piernas o 4 ojos un plato...en fin. En el de Quito, por lo menos se puede dar una vuelta a caballo. (grato recuerdo). Lo mejor de la subida fue la visita a una iglesia que yace edificada desde hace 15 años allí. Apenas entré me fijé que las velas eran eléctricas -?-, además que tenía una oscuridad precisa para dar ese aire a edificación vieja. Todo esto mientras alegres cantos gregorianos entonaban himnos en un idioma que no logro distinguir para asociarlo a una clase específica de fonética, pero que parecía latín. Los vientos jugaban con el vértigo y te provocaban confusión cerebral al tratar de distinguirlos de un chiflón o de "susurros" provocados por la misma mente. Muy buen momento.

Al terminar la vuelta en la casa de Dios, vi abierta una puerta alado de la capilla junto al altar (la puerta al infierno seguro), y sin pensarlo dos veces le abrí...más que por curiosidad por las sobras que se movían del otro lado y que no se lograban distinguir a sus cuerpos. Y efectivamente, la puerta daba a una tienda de abarrotes y chucherías y a todo un corredor de puestos dedicados a la venta de artesanías. Todo para arriba, hacia la montaña misma.
De todo, pues sólo me quedé con una niña de cera que se usa para pedir por la salud de las enfermas, y como eso de ser más amigo de gatas que de perros es una verdad estadística, pues esperemos que no falle.

Ya de regreso, me quedé como 7 minutos pegado a la esquina de la pared que daba a la entrada del funicular*. Se escuchaban ecos de gatos chiquilines pasar (de verdad no era yo quien los hacía). Hay que volver allá. (Para su información, les recomiendo que si van a Bogotá, tomen el Funicular de subida a la montaña y, luego de las visitas respectivas, tomen el teleférico para bajar...o mejor aún, el sendero que toma 20 minutos de adoquines y algo de historia de los que tdenían que subir no por turismear occidentalmente, sino porque sus casas quedan allí.)

Y bueno, la noche y el paseo por la capital llegaba a su fin...subimos a la furbo, por supuesto fui adelante para las últimas preguntas del interrogatorio al Don, ...y en un semáforo, asomó una niña alta con par de botas y paraguas entre vino y rojo, con gorro...saltando los charcos. Sólo ahí tuve ganas de comprar una cámara de fotos. Durante 6 segundos fue real y logré amagar al cerebelo -el pobre tiene que trabajar tan duro todo el tiempo por soportar la imaginación que desborda y casi siempre me gana, pero ese rato fui yo-

Dos horas después, A-LA-CA-MI-TA. (Mañana, hay que ir a laburar -pensé. Ufalote)
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* dícese de un tren bicabinal para pendientes realmente vertiginosas.

2 comentarios:

  1. mmm... Me quedé cuando leí chucherías...
    :)

    Siento haber tardad otanto en pasar; tengo el ordenador medio en huelga...

    Besitos!

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  2. jaja. Fresco, ando bloqueado ultimamente.. o sin ganas de escribir mas bien! Cómo vas?

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