lunes, 28 de junio de 2010

Contra la pared

Hay cosas que tienen que suceder.
Tu vida se ha caracterizado siempre por llevarte lejos de la gente. Una vez estuve en tu habitación por coincidencia, tal y como acontece con los amigos a los que a uno no le causan temor ni otro sentimiento potencialmente nocivo como el amor; estuve como uno de tus amigos más íntimos a pesar que no hacía ni 4 meses que te conocía. En fin, me admiró tu colección de muñecas, tus libros de Naturales y la tele roja clásica encima del escritorio. Pasaron los años y en el transcurso algo nos sucedió...

La frecuencia de vernos era la misma, unas 6 que 8 veces por año, y vernos con locura nunca era prioridad...mas bien la cordialidad ha sido bilateral y constante en nuestro trato, aunque siempre que me despedía nos dábamos ese beso ambiguo...ese beso que sólo lo das a tu pareja cuando caminas a su lado y está distraída, ese beso con el que saludas a esas personas que te topas en la calle y que en algún punto de tus días fueron presente en tu pasado, ese beso de ganas escondidas y a veces hormonalmente racionalizada...............ese beso de labios completos en la mejilla ajena.

La última vez que te vi me buscaste incesantemente toda la noche para celebrar tus gracias. Y cuando éramos parte de un círculo de conversación de más de 4, te acomodabas alado mío y me abrazabas periódicamente, como a un saco: pidiendo algo de calor. Al terminar la 3ra copa y cuando el reloj marcó la hora de partida, partimos con el resto de norteños...pero tú y yo éramos las dos últimas paradas.

No se qué me sucedió. Ni a ti tampoco. Reíamos luego de dejar a la última amistad, y en un semáforo callamos pero instintivamente cruzamos la línea la amistad y del coqueteo oculto, y nos inventamos otros dos personajes que jugaban con fuego.

Por una vez en la vida y sin decir o preguntarte nada antes, doblamos en la esquina que nos llevaba a un motel. Me preguntaste que a donde te llevaba, te respondí con los ojos, y asentiste con las manos en mi brazo. Entramos, seguíamos riendo,...subimos, reíamos todavía, abrimos, ya callados,...cerré la puerta, te tomé de la mano y de repente éramos dos seres con la respiración y la amistad arrítmica...y contra la pared.

Fue como una montaña rusa de 30, 40 o 60 minutos. Me susurraste "hace tanto que deseaba esto contigo", al mismo tiempo que dejabas tus 8 marcas en mi espalda y empañabas los vidrios y mis ojos.

Te vi parada, de frente, sin luz...te vi la nuca... pero hubo algo que nunca ví antes: un tatuaje. Me hiciste parte de tu secreto. Nuestra amistad siempre ha sido sincera...pero tenías un secreto que lo guardaste muy bien y del cual nunca habías hablado, un secreto que pocos conocemos.

Fue tan intenso, que ahora pienso en ello, se me va la media sonrisa y tiemblo un poco.

No he sido tan expontáneo en mucho tiempo...

Pese a nuestros presentes...no siento culpa ni arrepentimiento. No sé porqué. "Ojos que no ven, corazón que no siente". O mas bien: corazón que no siente, ojos que nunca van a ver...

Al salir, ya entraba el alba por oriente. Te acompañé a casa y volví a la mía.
Vaya que dormí con más vida.

1 comentario:

  1. tan cierto como los sue;os nos llevan a estar juntos,, asi como ese dia compartimos mas que un deseo, la libertad que tenemos es lo que compartimos mas,,, te quiero

    ResponderEliminar