domingo, 27 de junio de 2010

Teleférico

El reloj marca las 5:45 mientras aguardo en la parada de bus antes de la Atahualpa; además, hace diez minutos que no acabo de decidir si prendo o no el cigarrillo porque no entiendo qué es lo que va a pasar entre nosotros. Vértigo.

Llegas con un poco de retraso, con tus mismas dos manos, un par de audífonos colgando hacia tus oídos, y ese color color intenso en tus labios. Me saludas con media sonrisa, suficiente para no alterar tu actitud de chica tímida y malvada. Me has traído uno más de tus escritos en un papel a cuadros.

Te he contado las curvas de tu cara, mientras hablaba de los rasgos no tan interesantes de mi vida en los últimos meses...preguntando con cautela sobre tu pasado aún gris para mi lógica. Ha llegado el bus y he tenido que guardar tu toca discos en mi mochila porque no logré cambiar el compacto a tiempo. Y este bus pasa cada 45 minutos.

Ya en el camino, la luz de la tarde nos abandona...el bus sólo transporta 2 pasajeros y escucho en tus ojos cuánto late tu corazón. Dejamos de hablar y te miro, me he demorado y tus labios intensos y tibios han terminado en los míos haciendo muda la ciudad y sus ruiditos.

Al bajar en la parada del estacionamiento, nos hemos visto solos nuevamente tras la partida del bus, pero nuestros miedos decidieron por nosotros y para cuando tomamos conciencia de que el bus partió, ya hemos comprado los boletos, conversando mucho de literatura muerta en Holanda y términos Nosferatos...sólo que ahora sonreímos un poco más

La puerta de la cabina se cierra abruptamente, y las geometrías terrestres se pierden en la altura. Es impactante la ciudad cuando se está prendiendo la noche, al igual que las lomas de oriente...y has elegido sentarte alado mío. Al mismo tiempo que quiero contarte sobre la loma de Guápulo, te has encajado bajo mi hombro, respirandome donde inicia el cuello, besándome en silencio y prometiendo con las manos. No se cuánto dura la subida a la estación de los 4800 mtrs, pero me ha parecido un parpadeo.

Fue mi primera vez, no recuerdo claramente los detalles geográficos..ni de la ciudad, y ya no tanto de los tuyos....lo único que recuerdo siempre es cómo tus dientes mordían tu labio inferior. Esa boca. Esa boca que nunca volví a ver, ni en tí ni en nadie. Nunca tendré ante mi unos labios así.

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